mudo la piel, rondo la espera. escucho tu inseguridad varada. adentrándome sólo he llegado a ser turista de la desolación. me aburro. no vas a hacer nada. está nublado, me voy.

la campana golpea deshaciendo el murmullo del tránsito. mi voz firme, me pica la mano, me gusta el café. deshuesando ideas, andando hechos. suena mi cuello, triturando tiempo. intento no pensar en ti, se acabaron los días de feria. susurro cansancio, miro la pena. y olfateando llego a mi.

entreveo la lentitud nublada. la impuntualidad corría con botas rojas. el compromiso de la acción tocó mi posicionamiento, y de mi pelo han brotado trenzas y una orquídea negra de belice. y sí, siempre guardo ese as en la manga, también ilusiones cargadas de propiedades curativas, un sol de siestas y vino de naranja. la pócima está escrita, mientras yo decido la jugada.

Romeo debe morir, será como en una siesta de verano, de forma lánguida y silenciosa. su veneno-asepsia no intoxicará mi corazón. el halago no hará que la niñalenteja vuelva al redil de la no-acción. ¿te enteras? tengo artillería pesada, un ancla que sujeta la verdad de mi yo presente, una granada azul llena de emociones gráficas, y en mi armadura un grito que canta mi nana, nana de la niñalenteja, la quieres o la dejas.

la prisa-gincana terminó, entra la pausa para encontrar, el reposo bebe vino y come queso.

la niñalenteja come tierra mojada, escucha el humo de su cigarro y sus uñas saben a guindilla.

la niñalenteja se desprendió de su olla y trece girasoles chillaron en la huerta mora!

la niñalenteja ya no se queja porque ya lo sabe, y bebió emoción-presente, suspirando pinturas de silencio.